[vc_row][vc_column][vc_column_text]Hagamos un pequeño ejercicio de imaginación: pongámonos, por ejemplo, en la piel de aquellos jóvenes que, tras el atentado de Barcelona, decidieron repetir procedimiento en Cambrils intentando llevar a cabo un atentado similar. Pero imaginémoslo bien. Imaginemos que somos uno de esos chavales de alrededor de veinte años. Intentemos imaginarnos a nosotros mismos con esa edad, con los miedos, ideas, pasiones, emociones, etc… que conlleva esa etapa de la postadolescencia. Intentemos pensar que compartimos aquellos ideales por los que ellos luchan. Y ahora intentemos imaginar las sensaciones que puede tener alguien así cuando sabe que está a punto de realizar un acto como ese que, muy probablemente, va a acabar con él abatido también. Probablemente, si somos capaces de imaginarnos en esa situación, pensaremos algo así como ‘yo no podría’ por motivos morales, pero también encontraremos que parte de ese ‘yo no podría’ estaría relacionado con el miedo a las consecuencias, al poder acabar siendo acusado de terrorista y enviado a una prisión, con todo lo que implica ir como terrorista islámico a una cárcel occidental llena de delincuentes, a ser repudiado por tu propia familia, o incluso, más probablemente, a morir. Aún si nuestra moral nos lo permitiera y nuestros ideales fueran los que llevan a esta gente a actuar así, probablemente no nos atreveríamos por las consecuencias que tendría. ¿Qué es lo nos diferencia de estas personas?
Un equipo internacional de científicos, entre los que se incluyen investigadores de la UNED y la Universidad de Almería ha intentado entender qué lleva a estos individuos, conocidos como ‘actores devotos’, a mostrar esta disposición a luchar y morir por aquellos ideales que ellos consideran sagrados, encontrando tres factores que se presentan como cruciales: Compromiso con valores que consideran innegociables y con el grupo al que pertenecen, disposición a abandonar a su propia familia por esos valores y percepción de mayor fuerza espiritual comparándola con la de su enemigo, incluso aunque en fuerza física (como el número de tropas por bando) sean claramente inferiores.
“Ser un actor devoto no es en sí mismo algo malo, e incluso puede ser positivo para los demás, por ejemplo, cuando se produce una fusión con grupos que promueven valores pacifistas. El problema surge cuando la gente se fusiona con grupos radicales que defienden valores excluyentes y emplean el terror y la violencia como estrategia para alcanzar sus objetivos”, comenta Alexandra Vázquez, investigadora de la UNED participante en este estudio. “En esos casos, los actores devotos sí son un peligro para quienes no forman parte de su grupo, ya que su disposición a realizar acciones extremas por el grupo y sus valores es extraordinaria, incluso aunque esas acciones pongan en peligro su propia vida o la de su familia”.
El estudio ha sido realizado mediante entrevistas tanto a combatientes de grupos que luchan contra el Estado Islámico en el norte de Irak, como por ejemplo miembros del Partido de los Trabajadores de Kurdistán, Peshmerga, el Ejército de Irak y las Milicias Suníes, como también a combatientes capturados del propio ISIS. Luego, los investigadores compararon los resultados con los obtenidos tras realizar los mismos análisis sobre una amplia muestra de españoles para ver las diferencias. “Una de las virtudes de esta investigación es que combina estudios de laboratorio realizados con población española y estudios de campo realizados con combatientes que luchan contra el ISIS”, destaca Vázquez.
La conclusión más importante, por ser la menos estudiada en el pasado, fue la importancia concedida por parte de todos los participantes a la fuerza espiritual. “Cuando realizamos estos estudios ya esperábamos encontrar una mayor disposición al sacrificio entre los actores devotos. Lo que sí resultó sorprendente fue la importancia que todos los participantes concedían a la fuerza espiritual de los enemigos, un aspecto que hasta el momento había sido poco estudiado”. Y es que si a la hora de un enfrentamiento bélico todos pensaramos que lo más decisivo para que un bando se imponga es la fuerza física y militar, “en los estudios de campo con combatientes, fueron los propios participantes quienes dijeron espontáneamente que la fuerza física no era tan determinante como la fuerza espiritual. No era la fortaleza física del ISIS lo que les asustaba, lo que temían era su fuerza espiritual. Después, descubrimos que también los participantes españoles concedían una mayor importancia a la fuerza espiritual que a la fuerza física y que percibían al ISIS más fuerte espiritualmente que a España”.
Intentando mostrar este punto, en la publicación sobre la investigación, a través de la revista Nature, los autores han anexado una serie de figuras que representan de forma visual la fuerza física y la espiritual de, por ejemplo, el ejército americano y el ISIS, siendo en el primero muy grande la física y bastante pequeña la espiritual, mientras que en el segundo muy pequeña la física y enorme la espiritual.
Cabría preguntarse si estos hallazgos sólo son aplicables en situaciones más extremas como por ejemplo en el campo de batalla, o si se pueden ver los mismos rasgos en, por ejemplo, los grupos terroristas que atentan aquí en Europa. Vázquez responde que “sí, creemos que los resultados son aplicables no sólo a esos jóvenes, sino a otros grupos”. En cuanto a si, entonces, sería posible encontrar estas actitudes en, por ejemplo, ejércitos occidentales, su respuesta es que “en los ejércitos occidentales seguramente haya menos actores devotos que en los grupos que combaten contra el ISIS. La mayor parte de los países occidentales no se enfrentan a una amenaza inmediata que pone en peligro la existencia del grupo o la pervivencia de sus valores”, pero no sólo encuentra esta diferencia, sino que “cuando preguntamos a la gente en Europa cuáles son sus valores sagrados, es decir, los valores que no intercambiarían por nada material o inmaterial, la mayoría no hace referencia a ningún valor, sino a grupos como la familia. En las condiciones actuales la mayoría de los europeos, estén en el ejército o no, no están dispuestos a sacrificar a sus hijos para defender, por ejemplo, la democracia”. Sin embargo, también apunta a que “si las condiciones cambiaran y los sistemas democráticos europeos corrieran un gravísimo peligro, seguramente las respuestas de la gente tomarían otro rumbo”.
Cuando uno ve quien suele realizar atentados terroristas en Occidente o quien está en el frente de batalla en Oriente Medio, normalmente una de las cosas que más impacto causa es que suelen ser jóvenes, en algunos casos menores de edad, o como mucho, recién estrenada la veintena. Una vez conocidos los resultados de este estudio, quizás podría pensarse que hay relación directa entre la edad de los individuos y la predisposición a ser un ‘actor devoto’. Vázquez nos aclara que eso no es así: “La edad no determina que uno pueda ser un actor devoto o no. Hay actores devotos en todos los sectores demográficos”, aunque eso sí, “la edad y el género sí puede determinar el tipo de acciones extremas que un actor devoto pone en marcha. Es bien sabido que la mayor parte de los actos violentos que se cometen en el mundo son perpetrados por varones jóvenes. En el caso del ISIS, las ejecuciones y los atentados son realizados a menudo por jóvenes”.
Una vez obtenidas las tres principales conclusiones de este estudio antes mencionadas, los autores creen que se puede afirmar que, en estos grupos, los ‘actores devotos’ altamente integrados en ellos no se plantean abandonarlos y seguirán dispuestos a dar su vida por él y por aquellos valores que consideran innegociables, y que será por tanto muy difícil conseguir que estos individuos rompan sus lazos con el grupo y con su lucha.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]