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En un cierto momento del siglo V a.C. se quiso hacer remontar los orígenes de la democracia ateniense no a las reformas de Clístenes, sino a una figura más legendaria y prestigiosa, Solón de Atenas.
Solón, que vivió entre los siglos VII-VI a.C., encarnaba el arquetipo del sabio de la Grecia arcaica, en una época en que las diferentes technai o facetas del saber estaban entremezcladas. En primer lugar, se le considera un importante político que fue designado legislador (nomothetes) y mediador (diallaktes) entre las clases sociales de Atenas en un momento de crisis. Las leyes que promulgó Solón mejoraron la justicia social y posibilitaron el acceso de otras clases ajenas a la nobleza al gobierno de la ciudad. En segundo lugar, se conservan poemas compuestos por Solón en los que destaca como uno de los más brillantes líricos griegos, como su elegía sobre Salamina o sobre el buen gobierno.
Pero su tercera faceta termina por perfilar a este personaje con toda su fascinación, pues la leyenda lo sitúa como uno de los míticos Siete Sabios de Grecia, cuyas máximas tenían un lugar de honor en el templo de Apolo en Delfos. Se convirtió incluso en protagonista de episodios literarios memorables, como su encuentro con el rey Creso en Heródoto o su entrevista con el sacerdote egipcio en Platón. No es de extrañar que, en un momento de tribulaciones políticas importantes, los ciudadanos atenienses quisieran situar a este personaje como el fundador de su sistema de gobierno participativo: la democracia. Aunque esto no fuera del todo cierto, era una mentira piadosa para prestigiar el régimen ateniense de la democracia radical y tender, como se veía necesario a finales del siglo V y comienzos del IV a.C., a una solución moderada y de compromiso.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]
