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Las tesis de las dos espadas, el poder terrenal y el religioso, encarnados por el Emperador y el Papa respectivamente, gobernó la teoría política medieval durante mucho tiempo. Sus orígenes tardorromanos y bizantinos son muy reseñables sobre todo en la época del gran Justiniano, cuando se produce, bajo los auspicios de una consigna ideológica –la restauratio imperii– la reconquista de parte del perdido occidente del imperio: el África vándala y parte de las penínsulas itálica y vándala de los godos.
Hay que decir que la ideología política justinianea se caracterizó por un estrechamiento de la unión entre poder y religión, personificado en la actuación del emperador, que asumió prerrogativas sobre la esfera eclesiástica. Justiniano trató de procurarse un cierto dominio sobre el poder de la iglesia, que ya se había afianzado como autoridad con influencia política. El “cesaropapismo”, un término acuñado por la sociología política y de la religión de Max Weber en su obra Economía y sociedad hace referencia a la subordinación de los eclesiásticos al poder secular, cuando el líder político ejerce también la autoridad en materia religiosa.
En el caso del Imperio de Oriente, diversos estudiosos, como Dagron o Meyendorff, han discutido la aplicabilidad de este concepto weberiano, que parece claro en época de Justiniano, aunque se desdibuja posteriormente. Este ideario político hacía depositario al emperador de Oriente de dos herencias simbólicas: por un lado estaba la idea imperial de la sucesión de los grandes emperadores romanos; por otro, la idea de la ortodoxia cristiana, con el emperador como guardián de la fe verdadera no solo frente a las abundantes herejías que se habían producido en el seno del cristianismo, sino también ante el recalcitrante paganismo. El mito político del dominio simbólico sobre las dos esferas del poder comenzaba entonces: Justiniano fue de los que pudo prevalecer en ambas, pocos más tendrían éxito.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]