[vc_row][vc_column][vc_column_text]En la Historia de la Iglesia hay que recordar cómo se fundó el mito del poder terrenal del Papado y su preeminencia universal. Su justificación se basó en un controvertido documento que salió a la luz precisamente en la época del Gran Cisma de Oriente (1054), cuando Roma y Constantinopla rompieron definitivamente tras una larga serie de episodios de tensión y conflicto entre la iglesia occidental y oriental, sobre todo desde la controversia filioque. El distanciamiento era obviamente doctrinal, pero se podía constatar un trasfondo político en los intereses de los reinos occidentales –el poder normando, por ejemplo– que deseaban restar influencia espiritual en Europa occidental a la iglesia de Oriente. Así, cuando el Papa León IX subió al trono de Pedro se aprestó a emprender una nueva política religiosa que erradicara ciertos usos litúrgicos orientales, imponiendo la doctrina romana en toda la Cristiandad.Pero, más allá aún, León IX defendía la tesis de que el Papado, además de ostentar la primacía entre todos los patriarcas y obispos, era, en cierto modo, el auténtico heredero jurídico e ideológico del dominio Imperio Romano: por ende, el Papa debía ejercer un poder también terrenal.

De esta época data el uso de la célebre falsificación llamada “Donación de Constantino”, un documento atribuido al emperador Constantino según el cual este habría cedido el gobierno de Roma a la potestad, no solo religiosa sino también políticamente efectiva, del Papa Silvestre I ya en el siglo IV. Esto implicaba el poder temporal de la Iglesia sobre occidente y era esgrimido como argumento en las disputas entre el Papado y quienes aspiraban al imperio occidental (ya en época de Carlomagno). Sin embargo, fue León IX el que usó el documento como si fuera oficial. Posteriormente, la “Donación de Constantino” fue desenmascarada por el humanista Lorenzo Valla, que demostró sobre la base de un  estudio filológico que aquel texto no podía ser del siglo IV, sino que se trataba más bien una falsificación muy posterior, acaso del siglo VIII.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

David Hernández de la Fuente es investigador del Dpto. de Historia Antigua de la UNED. Es Doctor en Filología Clásica y en Historia Social de la Antigüedad. Se especializa en Historia Cultural de la Antigüedad y sus líneas de investigación son: Religión y Mitología Griega (esp. Oráculos, Dionisismo y Pitagorismo), Sociedad y Literatura en la Antigüedad Tardía (Nono de Panópolis, poesía y sociedad protobizantinas), Tradición Clásica e Historia del Platonismo (Leyes y Neoplatonismo).