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¿Para qué servían los monumentos megalíticos?
PRIMITIVA BUENO – Es una pregunta muy difícil de contestar brevemente. Hay muchos monumentos megalíticos y tienen una cronología muy larga, desde 7.000 años hasta, prácticamente, 2.000. Seguro que muchos sirvieron para contener enterramientos porque tenemos los datos arqueológicos que lo confirman pero también sabemos que hay muchas construcciones, por ejemplo Stonehenge que, probablemente, eran edificios al aire libre donde la gente se reunía y hacía algún tipo de ritual.
Venís de estudiar los de Bretaña. ¿Por qué habéis elegido ese lugar?
P B – Los dólmenes en la zona francesa bretona son muy famosos. Son los monumentos emblemáticos del megalitismo europeo. A la gente le llaman la atención por su espectacularidad volumétrica. Hay menhires enormes, concentraciones de alineamientos (como Carnac) espectaculares, y es el foco prioritario de atención cuando se habla de megalitismo en Europa. Por eso elegimos trabajar allí.
¿Cuáles habéis estudiado?
P B – Hemos estado trabajando con un equipo francés, especialistas en megalitismo de la zona. La colaboración y el apoyo del equipo de Luc Laporte es fundamental para desarrollar este proyecto. Hemos estado en Barnenez, muy cerquita de Morlaix, que es un sitio precioso. También en el dolmen de Gavres y en el de Dissignac.
¿Y son todos enterramientos?
P B – Sí. Todos estos monumentos en los que estamos trabajando son enterramientos.
Una de las novedades de vuestra investigación es estudiar las pinturas que había sobre esas piedras. Se conocían los grabados y ahora, por primera vez, estudiáis esas pinturas. Cuéntanos, Antonio.
ANTONIO HERNANZ – Cuando uno visita estos monumentos percibe que, además del color natural de las superficies rocosas, hay algo más y, en algún caso, se distinguen trazos o figuras esquemáticas. Esto significa que es obra de un artista prehistórico que decoraba esos monumentos. El interés está en identificar qué tipo de materiales utilizaba, si eran del entorno, si eran materiales que habían sido muy elaborados previamente y tratar de relacionar ese tipo de materiales con los que se encuentran en otros yacimientos.
¿Y por qué no se había hecho hasta ahora?
P B – Nosotros llevamos mucho tiempo trabajando en dólmenes de la península ibérica, con el apoyo de Proyectos de Investigación de I+D, demostrando que, con protocolos específicos de documentación se pueden encontrar restos de pintura en los soportes de los monumentos. Dentro de esos protocolos está la identificación de pigmentos a la que se dedica Antonio y su equipo, y por eso hace mucho tiempo que colaboramos. Nosotros nos preguntábamos, si tenemos materiales en la zona bretona, por ejemplo cuentas de collar de color verde que proceden de minas de Huelva, ¿por qué no vamos a tener restos de pintura en la zona bretona, que hay tantísimos grabados y tan espectaculares? Somos los primeros que nos hemos planteado esta pregunta y que hemos tenido oportunidad de ofrecer respuestas, de nuevo mediante el apoyo de un Proyecto de Investigación I+D.
¿Qué información pueden dar las pinturas?
A H – Una primera fase importante es distinguir entre los materiales propios del soporte, de la roca, y aquellos que han sido depositados allí por estos artistas primitivos. En ese caso, en estos materiales propios de los pigmentos, hemos encontrado, entre otros, que para las pinturas rojas abunda mucho hematites, que es un óxido de hierro. En las pinturas negras hay dos posibilidades: carbón amorfo (carbón vegetal, pintar con restos de madera) y también óxidos o oxidróxidos de manganeso. En los tonos amarillentos hemos detectado goethita, otro óxido de hierro.
¿Y eso luego se traduce en rocas del entorno? ¿Las recogían de ahí?
A H – La primera fase es identificar esos materiales y después, tratar de buscar de dónde los podían haber obtenido. Para eso hay que conocer cuál es la distribución de esos minerales en el entorno. Está muy documentado en la bibliografía que había redes de intercambio en ese período Neolítico, incluso en el Paleolítico, y podrían ser del entorno o fruto de intercambio.
Por tanto, había recetas que se pasaban de padres a hijos, de alguna manera, y también un tipo de comercio.
P B – Había evidencias de intercambio muy antiguas. Como comentaba Antonio ya desde el Paleolítico sabemos que los grupos humanos intercambian objetos. Quizás lo más interesante o uno de los retos de nuestra investigación es que, curiosamente, los intercambios que se hacen en esa época en el cuarto milenio, en el quinto milenio, tienen muchísimo que ver con enterramientos y con adornos personales. Es decir, ambas cosas totalmente ideológicas y de fuera del circuito básico de comer todos los días. Nos están planteando unas redes a gran escala de contactos entre los grupos europeos que tienen un porcentaje fortísimo cultural, simbólico e ideológico y, en ese sentido, histórico.
¿Y qué dibujaban: escenas de caza?
P B – Básicamente, lo que más aparece en esos monumentos son soportes de piedra, grandes bloques colocados en sentido vertical. Nuestra percepción y lo que hemos defendido a lo largo de mucho tiempo de investigación es que ellos consideraban cada soporte como una figura humana, como una escultura humana. La reunión de varias esculturas forma una cámara funeraria que protege a otras figuras humanas, que son, a su vez, los ancestros que entierran dentro. Muy probablemente las piedras son representaciones de esos ancestros y eso explica por qué la mayor parte de las decoraciones son decoraciones geométricas en rojo, negro y a veces con algo de blanco, lo que se corresponde con decoraciones de tejidos. Probablemente eran vestimentas que llevaban ellos.
Algo que os ha permitido que pudierais hacer este estudio son los equipos portátiles. ¿Cuándo nacieron estos equipos?
A H – Las técnicas espectroscópicas que utilizamos tienen una larga tradición (espectroscopía infrarroja, espectroscopía Raman y de fluorescencia de rayos X) pero los equipos portátiles que estamos utilizando han sido puestos en el mercado científico muy recientemente. La ventaja fundamental es que puedes ir al yacimiento, al lugar que quieres estudiar y muestrear infinidad de posiciones mientras que si tienes que muestrear para estudiar en un laboratorio no puedes extraer infinitas muestras de una determinada pared. Trabajando in situ puedes orientar tu microsonda o tu microscopio a las posiciones que consideres más importantes.
Estos equipos portátiles surgieron a partir de los atentados del 11S, ¿no es así?
A H – Efectivamente, en concreto los microscopios raman portátiles se desarrollaron a partir del 11S. En ese momento había un miedo muy grande para evitar acontecimientos tan desgraciados como el que sucedió entonces y el gobierno norteamericano invirtió mucho dinero en instrumentos de defensa, de detección de posibles materiales que utilizasen los terroristas.
Hay monumentos megalíticos por toda la costa atlántica, desde Bretaña hasta Cádiz, pasando por las islas del norte de Escocia. ¿Cómo una cultura tan primitiva puede estar tan extendida? ¿O no era tan primitiva?
P B – Primitiva por el momento soy yo [risas]. Era una cultura prehistórica. Después de todo, hablar de prehistoria lo decimos nosotros porque no tenemos los mecanismos para comprender los mensajes que nos dejaron esas culturas. Uno de esos mecanismos es estudiar las grafías, el arte prehistórico, que no dejan de ser símbolos a los que podemos tener acceso y preguntarles cosas. De hecho este verano vamos a trabajar en las Islas Orcadas con colegas ingleses precisamente para ver si hay allí posibilidad de hacer estos análisis de pigmentos. Si muestreamos en sitios diferentes y obtenemos datos recurrentes de que se está mezclando de la misma manera, utilizando los mismo componentes de pigmentos, etc., podremos proponer seriamente que, efectivamente, hay unas relaciones establecidas en el Atlántico. Son más fáciles de establecer porque navegar costeando no es tan complicado. Pero sabemos que las relaciones humanas, esas redes de intercambio están funcionado en el Paleolítico Europeo con cronologías del 30.000 del 40.000, es decir, no son asombrosas en ese sentido.
¿Qué se siente cuando estáis ahí, en esas construcciones que han hecho las personas hace 7.000 años, o cuando estáis en el laboratorio analizando las muestras? ¿No os da emoción?
P B – Emoción producen todas las cosas que uno vive diariamente con ilusión y, cuando tienes unos objetivos y esos objetivos se cumplen, la emoción es mucha. A mí, personalmente, me da muchísima responsabilidad pensar que tengo acceso a algo que otras personas hicieron hace 7.000 años, que tengo la oportunidad de estudiarlo, investigarlo, de llegar a conocer su valor y de proponer acciones para preservarlo y que otros puedan verlo. En concreto, el trabajo que estamos haciendo en Barnenez y en otros sitios también de la península ibérica es uno de los que sirven para pedir que esos monumentos entren en la lista de Declaración de Patrimonio de la Humanidad de UNESCO.
A H – Yo inicié estos estudios con muestras que me proporcionaban los arqueólogos. Entonces, la primera fascinación es saber que esa muestra corresponde a algo que ha elaborado el hombre hace tanto tiempo. Ver las señales en el silencio de tu laboratorio y a oscuras (trabajamos en cámaras oscuras), ver esas señales y que te estén hablando, te estén diciendo algo… Tú tienes que ser capaz de interpretarlas, saber a qué se deben y te da una sensación de misterio, de estar descubriendo algo que se hizo hace tanto tiempo. Pero cuando he tenido la oportunidad de visitar los yacimientos, con equipos in situ, el impacto es mucho más fuerte, porque tienes que introducirte en unas cámaras muy estrechas, pequeñas cavidades angostas y, al final, llegas al lugar donde supuestamente se hicieron esas pinturas. Entonces, como dice Primitiva, es un respeto, es una sensación asombrosa. Vas con instrumentos de nuestra civilización a estudiar lo que hicieron hace tanto tiempo y es fascinante.
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