«Los neandertales eran mucho más parecidos a nosotros de lo que pensábamos»

José Manuel Maíllo Fernández (Madrid, 1973) es doctor en Prehistoria y profesor de Prehistoria y Arqueología en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED. Especializado en la Transición entre el Paleolítico Medio y el Superior, el profesor Maíllo ha centrado la mayor parte de su intensa actividad investigadora en la exploración y el análisis de este momento histórico, fundamental en la evolución de los seres humanos, en dos lugares geográficamente muy distantes entre sí pero estrechamente vinculados en tanto referentes mundiales del conocimiento de los orígenes del hombre: la cornisa cantábrica y el este de África. En la una dirige las excavaciones de la cueva de El Castillo, en Puente Viesgo, Cantabria, uno de los conjuntos arqueológicos más importantes de la Prehistoria en Europa occidental. En el otro, dirige el Proyecto Ndutupai, una ambiciosa empresa para estudiar e interpretar el Middle Stone Age africano en la Garganta de Olduvai, conocida universalmente como la Cuna de la Humanidad por ser el lugar en donde fueron encontrados los restos más antiguos de nuestra especie. El martes 19 de diciembre reunió, en la Facultad de Geografía de la UNED, a varios de los más destacados expertos en el homo neandertalensis en torno a una mesa redonda para responder a un gran interrogante: ¿qué sabemos de los neandertales? Charlamos con él en su despacho del Edificio de Humanidades de la UNED antes del comienzo del seminario.


La idea, en general, es más amplia. No sólo atañe a Prehistoria. Es una acción de la Facultad de Geografía. Es un ciclo que hemos empezado este año que se llama Facultad Investiga donde, cada año, un departamento hace una acción de investigación en la que, en el formato que ellos consideren oportuno, hablan del tema que ellos consideren oportuno de su disciplina. En este caso nos ha tocado a nosotros por sorteo y lo que hemos preparado es una mesa redonda, un diálogo realmente, entre diferentes investigadores, sobre diferentes aspectos para entender un poco en qué momento estamos del conocimiento de los neandertales. Ese es el leitmotiv de la jornada. Tener a investigadoras e investigadores que trabajan, que no son sólo conocedores del estado de la cuestión, etc, sino que son elementos capitales o punteros en esta disciplina, que están realmente, muchos de ellos, dando los datos punteros que estamos conociendo ahora, para nosotros es realmente interesante, muy motivador.

Ya que ese es el título de esta jornada, ¿qué es lo que, hoy, sabemos con certeza de los neandertales? Hay quien dice que, para los que no somos especialistas, resulta complicado hacernos una idea cabal de ellos más allá del tópico basado en imágenes míticas.

Pues es un poco lo que queremos plantear en esta jornada. Realmente sabemos muchas cosas de los neandertales, sabemos más de las que por desgracia a la sociedad, que es la que nos paga, sabemos transmitirle. Y lo que sí sabemos es que eran mucho más similares a nosotros, a nuestra especie, a nuestra población. Porque si nos hibridamos, igual, ya no somos dos especies. Son mucho más similares a nosotros de lo que pensábamos. Y esto lo sabemos en los últimos veinte años, más o menos. Donde, bueno, realmente no es una cuestión de que sepamos más cosas, sino que tenemos otro prisma desde donde vemos a los neandertales.

Los neandertales, lejos de esa imagen mítica que ha quedado de ellos en la cultura popular, fueron, según el profesor Rosas, uno de los conferenciantes en esta jornada, los seres humanos más parecidos a nosotros. Según lo que se sabe de su organización en pequeños grupos muy endogámicos, la subida de temperaturas al final de la última glaciación y una dieta que refleja una precaria adaptación al entorno cambiante, ¿considera verosímil que fueran, en algún caso, caníbales, al final de su proceso de extinción?

No es un problema, el canibalismo, de necesidad imperiosa. A lo mejor, ¿eh? Es una de las cuestiones de las que vamos a tratar en esta jornada porque Palmira Saladié es especialista en canibalismo. No es una cuestión de que no tuviesen qué comer. Además, se da en diferentes momentos: a lo mejor es una cosa puntual de limitaciones puntuales tipo ¡Viven! (libro de Piers Paul Read de 1974 y su versión cinematográfica, homónima, de Frank y Kathleen Marsall, de 1993, que narra la epopeya de los supervivientes del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en los Andes, en 1972*) o es una cuestión cultural. Esto no lo sabemos. Lo que sí es verdad es que no es una cuestión de que no tuviesen qué comer. Los neandertales habitaron Eurasia en diferentes ecotonos (en biología, espacio de transición entre dos ecosistemas*), en diferentes ecosistemas, durante más de trescientos mil años, y sobrevivieron a todos ellos. Por tanto, no parece que esto sea un hándicap, a priori, para la extinción de los neandertales. Los neandertales se extinguirían por otras razones pero no fue por la falta de alimento y porque tuviesen que comerse los unos a los otros. Este comportamiento, que no es habitual pero no es raro, responde a otras cuestiones que no son estrictamente la necesidad imperiosa generalizada. Puede ser, a lo mejor, una cuestión, ya te digo, de necesidad puntual. Yo creo que la investigación, lo vamos a hablar hoy, está más en relación con cuestiones a lo mejor incluso rituales. No sabemos si rituales del tipo “me estoy comiendo a mi primo porque le quiero mucho” o “me estoy comiendo a éste, que le he pegado un estacazo y le he matado”, cosa que tampoco tenemos muy clara, si había guerras o no. Probablemente no las había, pero sí había violencia  “pues me como al de al lado porque no es como yo”. Entonces ya está, pero no lo tenemos nada claro. Lo que sí sabemos es que no se lo comían por necesidad.

Los neandertales eran capaces de desarrollar el pensamiento simbólico, enterraban a sus difuntos, utilizaban pigmentos y tallaban objetos decorativos. ¿Están en el origen de lo que hoy se conoce como arte? Las pinturas rupestres halladas en la cueva de El Castillo, en Cantabria, que usted conoce tan bien, apuntan en esa dirección. ¿Fueron los primeros humanos en pintar las paredes de las cuevas?

Vamos a ver, aquí hay dos cuestiones. El comportamiento simbólico: sí, sin duda. Tenemos evidencias. También es verdad que a veces nos cuesta porque, igual, hay unas evidencias simbólicas que nosotros no reconocemos como propias. Porque nosotros reconocemos el comportamiento simbólico a través de nuestros ojos, de nuestro background como especie. A lo mejor los neandertales tenían otras cosas y no lo sabemos. También es verdad que sólo nos queda muy poco de la cultura material, de cualquier grupo paleolítico, ya humano o de cualquier otro. En el caso del comportamiento simbólico, sin duda. Enterrar a muertos, a veces con ajuar, implica que tienes unas necesidades más allá de “el abuelo huele mal y hay que taparlo”. Y también tienen colgantes, sabemos que usaban ocres, sabemos que usaban garras de algunas aves como cuervos, buitres, águilas, probablemente para hacer collares. Tenían una especie de simbolismo personal, probablemente grupal, con piezas más o menos grabadas, etc. Ahora bien, el arte rupestre es otra cuestión, y no es una cuestión que, desde un punto de vista epistemológico, la disciplina, o la arqueología, considere que no sea posible tenerlo. Sino que con los datos que tenemos ahora mismo, no es posible. Has citado El Castillo, que se queda más o menos al límite, ahí no hay ningún problema. El problema viene en La Pasiega, por ejemplo, que está al lado, también, en Monte Castillo; en Maltravieso que está en Cáceres, o en Ardales, Málaga. Se han datado una serie de pinturas, las costras que cubren una serie de pinturas; hay dataciones pero se han elegido las más antiguas, no las más recientes, que también, bueno, algunas son bastante antiguas, de cuarenta mil, cincuenta mil años, etc. El debate que hay, bajo mi punto de vista, en este sentido, que es una de las cuestiones que yo quiero plantear como moderador hoy, es si realmente tenemos un problema de reconocimiento del método. Si realmente las fechas están bien interpretadas, en este sentido. Pero desde un punto de vista epistemológico, no creo que haya mucha gente que niegue taxativamente que los neandertales pudieron hacerlo. Eso desde luego.


Usted dirige el equipo investigador de la cueva de El Castillo, uno de los grandes santuarios del arte rupestre y de todo el Paleolítico en Europa. Un yacimiento además muy vinculado con la UNED, sobre todo gracias a la figura de Victoria Cabrera Valdés. ¿Qué se puede inferir del comportamiento y vida de los neandertales a partir de lo hallado a lo largo de un siglo en este lugar?

El Castillo es, probablemente, el yacimiento más brutal, en cuanto a número de ocupaciones y a la intensidad de las mismas. Tenemos desde hace ciento cuarenta mil años hasta antes de ayer, hasta el Neolítico. Sí que es verdad que, del comportamiento de los neandertales, tenemos todavía pocos datos relativamente importantes. Porque las excavaciones antiguas, que se hicieron hace ciento veinte años ahora, bueno, pues, excavaban como excavaban. Los datos más finos que podemos conseguir ahora los tenemos en menos espacio, básicamente en tres metros cuadrados. En los próximos años queremos ampliar a una zona mayor. Lo que sí podemos ver de los neandertales de El Castillo es que perviven hasta más o menos hace unos cuarenta y tres mil años, quizá un poco menos, y que se solapan (con los primeros sapiens*), desde un punto de vista cronológico, estadístico; obviamente no fue así pero sí es verdad que la última ocupación de los neandertales y la primera de los humanos modernos pasó en muy poco tiempo. Es una cuestión que estamos tratando con la paleogenética, no sabemos exactamente si llegaron a convivir, si se llegaron a ver, pero ese cambio de residencia, digamos, fue muy rápido. Las fechas, estadísticamente, se solapan. ¿Qué cosas podemos ir sabiendo ahora de los neandertales? Pues podemos saber su ADN. Alba Bossoms, otra de las invitadas de la mesa redonda hoy, está haciendo su tesis doctoral sobre la cueva de El Castillo y ha encontrado ADN en el sedimento, ni siquiera en los fósiles ya, sino simplemente en el sedimento en el que vivieron los neandertales. Ha encontrado ADN humano, de otros animales también, no siempre sale humano. Y lo que puede, por ahora, porque es un trabajo que todavía está en funcionamiento, es que hubiera dos tipos de neandertales. En diferentes momentos. Había un grupo más reciente, en torno a lo que se denomina MIS3, un momento entre el setenta mil hacia el treinta mil (antes de Cristo*), una cosa así, obviamente ellos acabaron en el cuarenta mil, con un clima un poquito más cálido, y otro grupo más antiguo con un clima más frío. Y son poblaciones diferentes. Es verdad que queda mucho por hacer todavía, esto es el ADN mitocondrial: el nuclear, del que también tenemos, es el que nos va a permitir afinar un poco más y relacionarlos con otros neandertales tanto de Europa como de la cornisa cantábrica como los del El Sidrón que ha estudiado de primera mano el profesor Antonio Rosas, que también está invitado.

Los estudios genéticos recientes de la población no africana revelan que, contra la creencia clásica, el Homo sapiens y el Homo neandertalensis no vivieron como especies separadas. ¿De qué modo ha tenido que cambiar el enfoque de la Paleontología acerca del estudio de la evolución humana el hecho de la secuenciación completa del genoma neandertal?

Realmente fue un poco impactante porque los primeros estudios de paleogenética, que eran, creo, los mitocondriales, no decían que hubiera hibridación. Decían que eran dos especies distintas. Es con el ADN nuclear con el que lo hemos sabido. Pues mira, llegamos hasta tal punto de que no sólo sabemos que los neandertales hibridaron con nosotros sino que también con los denisovanos, en Asia Central. Lo que está habiendo a partir de la paleogenética es que el puzzle de las relaciones integrupales entre poblaciones, que nosotros pensábamos que son de diferente especie, son más fluidas de lo que pensábamos. Y no sólo en un momento puntual, sino que es una cuestión bastante similar. En Denisova, en Asia Central, en Rusia, en el Altái, se ha descubierto el resto de un adolescente que tiene padre de una especie y madre de otra. Realmente es el híbrido primigenio. Estamos afinando muchísimo en estas cuestiones. Y sabemos que los humanos modernos y los neandertales nos hibridamos en varios momentos. Hace setenta mil años pero probablemente también en momentos más recientes. Luego, también, respecto a la cultura material, en el Próximo Oriente, la situación es muy similar. Y en África, también. Pero en Próximo Oriente, donde vivieron los dos grupos de manera probablemente alterna, aunque a veces no porque hay hibridación, la cultura material es muy similar. Entonces, bueno. Es verdad que probablemente se reconociesen como similares, otra cosa es que se llevasen bien o mal. Esto no lo sabemos, porque la hibridación todos pensamos que es amor y hippismo, pero la violación es un arma de guerra muy evidente. No tenemos por qué pensar que vivieron en una Arcadia, pero sí que hubo más contactos de lo que considerábamos.

La profesora Ana B. Martín-Arroyo, de la Universidad de Cantabria, defendió, en un artículo publicado en El País en 2020, la idea de recuperar la denominación Homo sapiens neandertalensis para llamar a la descendencia fértil que sapiens y neandertales tuvieron entre hace 120.000 y 100.000 años tal y como prueban los descubrimientos recientes en Oriente Próximo. ¿Es usted partidario de retomar esa idea de sapiens y neandertales como subespecies de una única especie humana?

Dados los casos probados de hibridación entre sapiens y neandertales en Oriente Próximo y Eurasia, ¿los neandertales fueron asimilándose en los sapiens hasta diluirse como subespecie o fueron reemplazados en una competición por los recursos y el territorio?

Este es un debate súper clásico que vamos a intentar tratar hoy. La idea, hace treinta años, era que llegaron los Homo sapiens, mucho más listos que los neandertales, que eran medio tontos, y los extinguieron, bien por violencia, cosa de la que no tenemos evidencia, o bien porque éramos mejores que ellos, les quitamos la comida y se murieron. Ahora lo que se está viendo en algunas zonas es que los neandertales se extinguieron solos. O desaparecieron de las regiones en las que estaban, antes de que llegaran los humanos modernos. En otras, no, pero en algunas, sí. Por ejemplo, en la cornisa cantábrica, probablemente en la península ibérica entera, y se tiene en relación a que, bueno, un índice de natalidad más corto o más lento que el de los humanos modernos; recursos a lo mejor más limitados, a lo mejor también por una ruptura de las redes de intercambio que siempre se ha hablado que eran más largas y menos densas que las que tuvieron los humanos modernos. ¿Esto qué implica? Endogamia. Y ya sabemos cómo acaba la endogamia estudiando algunas familias reales. Simplemente, a lo mejor, son esos procesos. Es verdad que no hay una causa para la extinción de una especie, pero sí es verdad que el fin de una especie, desde el punto de vista biológico, es la extinción. Incluida la nuestra. Otra cosa es que nosotros queramos darle a eso más velocidad de la que nos tocaría. Y es verdad que una parte de ese ADN sí convive con nosotros. Pero una asimilación completa, yo no lo tengo claro. Probablemente todo es mucho más complejo. No hay una explicación única para ningún proceso y éste no es una excepción. Probablemente en algunos sitios a lo mejor se asimilaron, de manera puntual, pero sí lo suficientemente de manera intensa o repetitiva para que el ADN todavía lo tengamos en un tres, cinco por ciento en algunos casos, en otros lo tienen mucho más, de hecho hay restos humanos en el Paleolítico Superior que lo tienen hasta en un diez por ciento. Lo que tenemos es esto: probablemente un proceso-mosaico donde en unos sitios ha pasado una cosa y en otros, otra. Pero, lo que sí sabemos, es que los neandertales no están y nosotros, sí.

Antonio Rosas puso una vez el ejemplo de la investigación biomolecular en los restos de neandertales hallados durante décadas, aparentemente irrelevantes, que terminaron descubriendo el parentesco genético que la población humana actual guarda con ellos, para subrayar la importancia en la vida de las personas que pueden tener las investigaciones arqueo-paleontológicas que se llevan a cabo en la búsqueda de nuestros ancestros comunes. Decía esto el profesor Rosas porque según él los españoles “no tenemos muy clara la necesidad de invertir en investigación básica”. A la luz de su experiencia, ¿usted lo comparte?

Sí, sí (risas). Pero vamos, no sólo para nuestra disciplina, sino también para disciplinas que socialmente, entre comillas, son más importantes. Sí, la investigación básica…creo que este año le han dado un empujón más grande, por lo que he escuchado en prensa, pero sí, es una de las rémoras que tenemos en nuestra sociedad. La básica y la especializada. La parte del PIB que se invierte en investigación, en relación con otros países del mismo entorno…tenemos que apretar un poquitín más.

Seguimos siendo aquello de “que inventen ellos”.

Sí, es un poco esto, y pese a todo, conseguimos hacer investigaciones punteras.

Su actual línea de investigación lo ha llevado hasta la Garganta de Olduvai, en la llamada Cuna de la Humanidad, en el este de África, con el Proyecto Ndutupai en busca de los orígenes del Homo Sapiens, financiado por la UNED, la Fundación Palarq y patrocinado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. En este lugar es donde más o menos en paralelo al declive de los neandertales en Europa tenía lugar, durante el Paleolítico Medio, el conocido como Middle Stone Age africano. Que nosotros seamos sapiens con sangre neandertal y no al revés, ¿es la prueba de la existencia de diferencias tecnológicas considerables entre la evolución de los sapiens y los neandertales?

Sí, pero no al principio. Los métodos Levallois (método de lascado de la piedra para predeterminar su forma*) y otros tipos de métodos son típicos de los neandertales. La manera de tallar la piedra y de hacer las herramientas son típicas de los neandertales, y son típicas de los humanos modernos: las mismas. De hecho yo a veces juego con poner piezas, en las conferencias o en las clases, que son de otra especie, y la gente me dice “esto lo ha hecho un neandertal” y pues no, esto lo ha hecho un Homo sapiens, o viceversa. Lo que sí es verdad es que luego, bueno, siempre se ha hablado de que los neandertales tienen una cultura material muy homogénea, muy monótona, muy aburrida en definitiva. Pero estamos viendo que cuando aplicamos el zoom también en estas industrias, hay una variabilidad importante. El profesor Baena es especialista en esto y acaba de publicar con nosotros un libro sobre tecnología en el Paleolítico Medio y la riqueza de la producción es muy interesante, desde luego. Sí es verdad que encontramos una cierta variabilidad o de moda, o de estilo, o cambios más rápidos en la tecnología, no ya cambios radicales sino cambios de estilo, de hacer herramientas, etc. Ambos, tanto humanos modernos como neandertales, tienen, como un elemento primordial en este tipo de piezas que te he dicho que se hacen, de tallas, de métodos, algunos profesores como el profesor Larry Varan, de Liverpool, lo ha considerado la primera revolución industrial, que es el enmangue: enmangar las piezas de manera sistemática, en puntas pero también en elementos como raederas para trabajar las pieles, etcétera. Hay muchísimos casos, muchísimos ejemplos donde conocemos los pegamentos. Hay evidencias de pegamento tanto en Homo sapiens como en neandertales. Algunos tan complicados como sacar la resina del abedul, que está en la corteza y que hay que cocerla a una temperatura determinada. Esto lo hacían los neandertales, hay varios ejemplos en los que se hacía un proceso complejo de conocimiento, incluso, no ya de las temperaturas sino de los propios procesos de las plantas. No es lo mismo que cortar un pino, coger la resina y mezclarla con ceniza, que se hace también, o coger bitúmenes, alquitrán en las charcas que hay en Próximo Oriente, en Siria por ejemplo, porque ya son pegajosas. Aquí hay un proceso complejo. Y estos procesos los hacían también los dos. Es verdad que los humanos modernos, sobre todo ya a partir del Paleolítico Superior, cambian por así decirlo de industria, pero dentro de unos mismos parámetros de talla. Tampoco cambian los, perdón por el término capitalista, los modos de producción. Sí cambian la estética. Algunos lo llamarían estilo, otros, modas. Pero esto sí es verdad que dura, a veces, varios milenios. A veces influido por el clima, otros, no. Los neandertales hacen lo mismo, también. Es verdad que en una panoplia más controlada donde los soportes y las piezas no son tan estandarizadas, no son hojas, tal, pero que a mejor tienen otra función que nosotros no conocemos. A lo mejor a los neandertales no les interesaban piezas largas y estrechas como a nosotros, pero sí les interesaban piezas con el mismo filo pero más robustas, porque a lo mejor los movimientos, los ejercicios o la fuerza que tienen para ejercerla le aguantan, y sin embargo si usan de otro tipo, no. Pero no hay nada nuevo bajo el sol, tampoco hay tantas maneras de hacer herramientas y están todas inventadas desde hace mucho tiempo. Otra cosa es la manera sistemática en la que se usan. Por tanto yo ahí, sí es verdad que hay una diferencia evidente, pero luego, cuando miras un poco los procesos nucleares del asunto, pues tampoco hay tanta diferencia.

Para terminar, a la vista del actual estado del conocimiento de la comunidad científica respecto a los neandertales, ¿qué es lo que queda aún por desvelar de este antepasado nuestro tan cercano?

(Se ríe) ¡Queda muchísimo! Para empezar, replantearnos todo lo que sabemos. Date cuenta de que llevamos, por ejemplo, en la cueva de El Castillo, ciento vente años estudiando neandertales. Cada vez hay diferentes preguntas, a veces son las mismas pero sobre todo hay diferentes maneras, sobre todo, de responderlas. Y eso es lo que mantiene viva la disciplina y lo que vamos afinando. Hace veinte años no teníamos ni idea de que los neandertales estaban hibridados, ni siquiera de que se podía hacer genética antigua. Ahora sabemos, y por eso tenemos un Premio Nobel de Medicina, que sí se puede y que se puede hacer hasta puntos absolutamente insospechados: de saber si el tabaquismo es un gen heredado de los neandertales por nosotros, o cosas por el estilo. Antes los neandertales eran malos y brutos y ahora hemos heredado de ellos las cosas malas, también en las enfermedades…o sea, todo ese tipo de cosas las podemos saber desde un punto de vista biológico. Es decir, conocer a una población mucho mejor de lo que la conocíamos hasta ahora, y también ver que es mucho más compatible de lo que pensábamos, con nosotros, y mucho más similar. En cultura material, en clima, por ejemplo, en la cueva de El Castillo, estamos estudiando los restos de las bacterias que hay en el sedimento. Una bacteria crece a una temperatura determinada, por lo tanto lo que vamos a ver no es el clima en una zona, en un momento amplio de varios milenios, sino en el momento en que se formó ese nivel, porque hay restos de esa bacteria que sólo funcionan en esa temperatura. Podemos ver, bueno, gracias a la paleogenética que comentaba antes, restos de residuos en las piedras para saber para qué se utilizaron…todo ese tipo de cuestiones que nos permiten, algunas ya se conocen pero todas están mejorando, nos van a permitir ver no sólo lo neandertal sino nosotros mismos también, por aquellas épocas y un poquito después, durante el Paleolítico, ver realmente esas sociedades de las que conocemos muy poco e intentar conocerlas un poco mejor. Nos queda por conocer todo o revisar todo. Sabemos muchas cosas pero hay muchas cosas que sabíamos antes y que las dábamos por ciertas, como que los neandertales eran tontos, que ahora sabemos que no. O que los enterramientos eran porque olían los muertos y ahora sabemos que no. O que eran caníbales porque las pasaban canutas, eran brutos y se comían unos a otros, y ahora sabemos que eso es más complejo de lo que pensábamos. Realmente, a todas las evidencias que vamos encontrando, y todas las que tenemos, las seguimos dando vueltas, desde otros prismas, desde otras preguntas y sobre todo también desde otras metodologías.

A medida que avanza nuestra capacidad técnica para hacernos preguntas, van surgiendo nuevas preguntas.

Exacto. Por un lado, tenemos el proceso intelectual de “vamos a intentar saber qué pasa con esto” y por otro tenemos el “vamos a ver cómo lo podemos solucionar”. Que, básicamente, es el funcionamiento de todas las ciencias.

Unidad de Cultura Científica-UNED