Día Mundial del Autocuidado: la inteligencia emocional, clave para el bienestar

El pasado 24 de julio se celebró el Día Mundial del Autocuidado, momento oportuno para reflexionar sobre la importancia de velar por nosotros mismos, física y emocionalmente y más en un mundo cada vez más acelerado en el que la inteligencia emocional se convierte en una herramienta indispensable para nuestro bienestar integral.


La investigación científica sobre la inteligencia emocional comenzó hace más de 30 años, un periodo relativamente corto en términos científicos. En este tiempo, este asunto ha despertado un gran interés en todo el mundo, lo que ha permitido acumular una gran cantidad de evidencias que demuestran los beneficios que aporta la inteligencia emocional a diferentes ámbitos de nuestra vida. Juan Carlos Pérez-González, director Científico de la Cátedra de Inteligencia Emocional UNED Pamplona y Fundación Caja Navarra, define la inteligencia emocional como «el conjunto de factores no cognitivos o habilidades blandas (soft skills) que nos permiten percibir, comprender, utilizar y regular nuestras emociones y las de los demás». Según Pérez González, “las personas con mayores niveles de inteligencia emocional suelen gozar de mejor salud mental y bienestar, incluso de mejor salud física y psicosomática. También tienden a tener mejores relaciones sociales y de pareja, son mejor valoradas como colegas de trabajo y como líderes, y suelen lograr mejores niveles de rendimiento académico y laboral.» Esta herramienta personal permite comprender y manejar mejor las propias emociones y las de los demás porque si se aplica la inteligencia emocional a la vida cotidiana se pueden identificar “las cosas, situaciones y personas nos aportan bienestar y, por el contrario, qué cosas, situaciones y personas nos lo reducen”. La inteligencia emocional también ayuda en el proceso de toma de decisiones y evitar así conflictos y modificar situaciones difíciles.

La importancia de la inteligencia emocional se hizo evidente durante la pandemia de COVID-19, que impuso “desafíos emocionales sin precedentes que pusieron a prueba la capacidad de cada individuo para manejar sus emociones de manera efectiva”. Quienes tuvieron mayor inteligencia emocional demostraron mayor resiliencia y empatía, a la vez que sufrieron menos estrés, ansiedad y tristeza.

En la práctica del autocuidado emocional, es fundamental tener en cuenta ciertas habilidades emocionales que pueden marcar la diferencia en nuestro bienestar psicológico. En primer lugar, la autoeficacia emocional, que es la creencia en nuestra capacidadparacomprender y gestionar nuestras emociones, incluso en medio de circunstancias desafiantes. Aquellas personas que confían en su capacidad para modificar sus estados emocionales suelen tener éxito al hacerlo. Como decía Henry Ford, “tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, tienes razón». Por otro lado, la relación entre los pensamientos y las emociones es innegable. Los pensamientos pueden alterar nuestras emociones y viceversa. Es importante identificar y controlar los hábitos de pensamiento que generan o intensifican emociones negativas, ya que pueden afectar nuestro bienestar. Los pensamientos repetitivos con mensajes pesimistas, agresivos o de auto reproche pueden alimentar emociones que nos causan sufrimiento. Es crucial evitar pensamientos como el «debería haber hecho esto», que nos atrapan en un ciclo de rumiación improductiva. En cambio, es beneficioso fomentar pensamientos que promuevan la búsqueda de soluciones, la autoconfianza y el optimismo.

Pérez-González ofrece varios consejos básicos para mejorar el bienestar psicológico y enfrentar con fortaleza los desafíos emocionales.

Hay que afrontar las emociones que afectan a nuestro bienestar físico y mental con una triple respuesta emocional (fisiológica, cognitiva y conductual), que incluye cambios fisiológicos, pensamientos e ideas y expresiones emocionales. Esta interacción nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos.

El segundo consejo es hacer un ejercicio de autoobservación emocional a lo largo del día y durante una semana. Al despertar, es importante preguntarnos cómo nos sentimos, qué esperamos sentir, cuáles son las razones detrás de nuestras emociones, y qué circunstancias pueden influir en nuestro estado de ánimo. Mantener un diario emocional donde reflexionemos sobre nuestros sentimientos y cómo mejorar nuestro bienestar puede ser de gran ayuda.

Por último, es esencial desarrollar la empatía y el cuidado de los demás. Al ayudar a otros a sentirse mejor, en realidad estamos contribuyendo a nuestro propio bienestar emocional. Además, la literatura, el teatro y el cine pueden ser herramientas útiles para mejorar nuestra capacidad de observación, comprensión y gestión de las emociones, tanto propias como ajenas.

Para iniciar un cambio positivo en nuestra vida, es importante autoanalizarnos y reconocer nuestros hábitos saludables y nocivos que afectan a nuestro bienestar emocional. Compartir este proceso de autoevaluación con alguien de confianza y trazar un plan realista para mejorar nuestros hábitos es un buen punto de partida. La inteligencia emocional, al igual que otras cualidades psicológicas y físicas, tiene un componente genético, pero también puede mejorar significativamente recibiendo una educación emocional de calidad. Aunque el cambio puede resultar difícil, es importante perseverar y celebrar cada pequeño logro en nuestro camino hacia un mayor bienestar emocional.

Unidad de Cultura Científica-UNED