La revista PLOS ONE acaba de publicar un artículo sobre los efectos tóxicos del bisfenol S (BPS), una sustancia química que se viene empleando industrialmente en los últimos años como sustituto del bisfenol A (BPA), especialmente en materiales en contacto con alimentos y en papeles térmicos. La investigación, que ha sido llevada a cabo por el Grupo de Biología y Toxicología Ambiental de la UNED en colaboración con el Laboratorio de Ecotoxicología del INIA, ha demostrado que el BPS también puede comportarse como disruptor endocrino alterando la actividad transcripcional de ciertos genes relacionados con rutas hormonales en invertebrados.
El BPA es un químico ampliamente utilizado desde los años 60 en la fabricación de plásticos (por ejemplo en vajillas y botellas de plástico reutilizables, equipamiento deportivo, CD y DVD), resinas epoxi (empleadas para revestir el interior de tuberías de agua y de latas de bebidas) y papel térmico (como el usado en datáfonos, TPV o cajeros automáticos). También se utiliza en la fabricación de resinas de poliéster y retardadores de llama. Su amplio uso industrial a nivel mundial ha convertido al BPA en un contaminante ubicuo, presente en todo tipo de ambientes. En humanos, la principal exposición a esta sustancia es a través de la dieta, por migración de BPA desde materiales que están en contacto con alimentos.
Numerosos trabajos científicos han evaluado los efectos tóxicos del BPA en modelos in vivo e in vitro, especialmente en lo concerniente a su demostrada capacidad de alterar el sistema endocrino en animales. Entre los órganos afectados, identificados en los ensayos mediante administración repetida en la dieta de los animales, figuran el intestino, el hígado y los riñones, aunque los efectos más preocupantes han sido los relacionados con la actividad hormonal del BPA y los efectos potencialmente conexos con el desarrollo físico, neurológico y conductual. La variabilidad que presentan los resultados de las investigaciones, tanto en lo que respecta a la naturaleza de los efectos observados como a las dosis en que dichos efectos ocurren, ha suscitado controversia sobre la seguridad del BPA no solo entre los científicos sino también en los medios de comunicación, los parlamentos nacionales y la opinión pública en general.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria emitió en 2015 un exhaustivo informe donde concluía que, en base a los niveles de exposición descritos y la ingesta diaria tolerable, el BPA no supone un riesgo para la salud, ni siquiera en niños o ancianos. Sin embargo, lo cierto es que en los últimos años distintas regulaciones internacionales han prohibido o limitado su uso en una variedad de productos, como por ejemplo biberones y materiales en contacto con alimentos, papel térmico o juguetes infantiles. Además, en enero de este año la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas actualizó el registro del BPA en la lista de sustancias que suscitan una gran preocupación. En la actualidad, el BPA es considerado una sustancia tóxica para la reproducción en humanos y capaz de provocar alteraciones endocrinas y efectos adversos tanto en humanos como en el medio ambiente.
Estas restricciones al empleo de BPA, junto con la incertidumbre sobre su seguridad, ha hecho que en los últimos años la industria haya buscado para sus productos distintas sustancias alternativas que, conservando las propiedades del compuesto, no cuenten con sus limitaciones de uso. Así, entre los consumidores se encuentran ahora mismo productos que cuentan en su formulación con bisfenol S, F, AP o Z, entre otros. Los productos que contienen estas alternativas en su composición son etiquetados a menudo como «libre de BPA», una estrategia que persigue atraer a un consumidor en busca alternativas más saludables. No obstante, los estudios toxicológicos llevados a cabo con estas sustancias resultan todavía insuficientes y a día de hoy existe un notable desconocimiento de sus efectos adversos sobre la salud humana y ambiental.
Para el trabajo recién publicado en PLoS ONE, los científicos evaluaron los efectos del BPS sobre la actividad transcripcional de catorce genes relacionados con la ruta hormonal de la ecdisona (que juega un papel crucial en el desarrollo y la metamorfosis de insectos), los mecanismos de estrés celular y biotransformación (encargados de desarrollar respuestas adaptativas del organismo ante la exposición a tóxicos) y la biogénesis ribosómica (esencial para la síntesis de proteínas y el mantenimiento de la homeostasis).
Se emplearon para ello larvas del mosquito Chironomus riparius, una especie ampliamente utilizada a nivel internacional en estudios de Toxicología ambiental y de gran relevancia a nivel ecológico por representar una parte importante de la base de la cadena trófica, especialmente en ecosistemas acuáticos. Los investigadores evaluaron un rango de concentraciones en el que las dosis más bajas de BPS se correspondían con dosis detectadas en escenarios de exposición reales.
Los resultados, obtenidos por primera vez en invertebrados, demuestran que el BPS es capaz de alterar la actividad transcripcional de genes relacionados con rutas metabólicas y hormonales de gran importancia en el desarrollo y la supervivencia de estos organismos, incluso a las concentraciones más bajas analizadas. Entre las alteraciones detectadas, aquellas que afectan a los genes de la ruta hormonal de la ecdisona podrían resultar las más relevantes, pues demuestran la capacidad de este compuesto para actuar como un disruptor endocrino, o alterador hormonal. Durante la investigación se llevaron a cabo exposiciones de corta duración (24 horas) y se valoraron únicamente los efectos moleculares. A pesar de ello, los resultados podrían servir para arrojar luz sobre trabajos futuros donde se valoren parámetros fisiológicos o relacionados con el ciclo de vida de estos organismos (desarrollo, reproducción, fertilidad, etc.), que en última instancia puedan afectar a la salud de sus poblaciones y condicionar el equilibrio de los ecosistemas.
En cuanto a los riesgos para la salud humana y ambiental derivados de la exposición al BPS, todavía son necesarios más estudios para determinar sus efectos a distintos niveles y cómo actúa en las diferentes especies. Sin embargo, dada su similitud estructural con el BPA y atendiendo a los efectos nocivos descritos para este último en experimentos similares, la recomendación de los autores es cuando menos tomar con cautela el uso de estas sustancias químicas alternativas.