Los cocodrilos han formado parte de los ecosistemas de la península ibérica hasta un tiempo geológico relativamente reciente. Durante gran parte de la época conocida como Eoceno (hace entre 56 y 34 millones de años), la península estuvo sometida a un clima tropical como consecuencia de un proceso marcado de calentamiento global de la tierra. En este contexto se produce la transición entre los ecosistemas dominados por dinosaurios y los que dominarán los mamíferos modernos.
Uno de los registros paleontológicos más relevantes sobre las faunas continentales que habitaron la península ibérica en ese momento se localiza en distintos afloramientos de la Cuenca del Duero en Salamanca, Zamora y Soria. Gran parte de este registro se encuentra depositado en un pequeño museo “Sala de las Tortugas Emiliano Jiménez” de la Universidad de Salamanca. Este museo alberga una de las colecciones más importantes de tortugas y cocodrilos eocenos de España. Entre estos abundan algunas especies exclusivas de la Cuenca del Duero como el pequeño cocodrilo Diplocynodon tormis, que en ese momento, cuenta con parientes a lo largo de toda Europa. Atendiendo al número de restos que se conocen este animal debió ser muy abundante en los cursos de agua que ocuparían una zona selvática en el lugar en el que hoy se encuentra la ciudad de Salamanca. Los restos de Diplocynodon tormis se conocen desde mediados del siglo XX aunque su reconocimiento como especie no ocurre hasta los años 90 a partir de la reinterpretación de algunos restos.
Es frecuente que la aparición de nuevas técnicas permita obtener nuevos datos de fósiles ya conocidos y esto es lo que ha ocurrido al analizar con técnicas de tomografía axial computarizada (TAC) el primer fósil que se atribuyó al género Diplocynodon en la Cuenca del Duero. Con esta técnica se ha analizado el cráneo de este cocodrilo con la intención de reconstruir tridimensionalmente las cavidades que alojaban órganos como su cerebro, los nervios craneales o los sistemas auditivos.
La condición primitiva de Diplocynodon hace que su morfología pueda situarse cerca de la divergencia entre crocodiloideos (el grupo de los cocodrilos del nilo) y aligatoroideos (el grupo que engloba a los caimanes). Esto hace que conocer el cerebro de Diplocynodon sea especialmente interesante para comprender las transformaciones evolutivas que dieron lugar a los dos grupos principales de cocodrilos que han llegado a la actualidad.
En un estudio publicado esta semana en la revista científica Journal of Vertebrate Paleontology se comparan las cavidades craneanas de Diplocynodon tormis con las de las especies actuales de cocodrilos. En la reconstrucción tridimensional se observa que muchas de las características propias de las especies actuales de cocodrilos, como un encéfalo sigmoidal y de gran tamaño y unas cavidades timpánicas que ocupan gran parte del basicráneo, ya estaban presentes en sus parientes de hace 42 millones de años. Diplocynodon se caracteriza por presentar una morfología primitiva, ya que posee algunas de las características típicas de los aligatoroideos, pero aún carece de algunas de las peculiaridades que aparecen en los representantes modernos del grupo.
Este trabajo se enmarca en un proyecto más amplio para el análisis de la neuroanatomía de los organismos que habitaron la península ibérica a finales del Cretácico y el principio del Cenozoico que cuenta con financiación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y del Ministerio de Ministerio de Economía, Industria y Competitividad y en el que ha participado investigadores del Grupo de Biología Evolutiva de la UNED y ARAID-Fundación Conjunto Paleontológico Teruel-Dinópolis.