[vc_row][vc_column][vc_column_text]Durante muchos siglos, y dada la propensión al asesinato político en la corte macedonia, se pensó que Alejandro III, más conocido como Magno, había sido envenenado en Babilonia por algún grupo de descontentos en el marco de una conspiración. Así se insinúa ya en las fuentes clásicas, como Diodoro o Plutarco.

La noche del diez de junio del año 323 moría Alejandro a los 32 años de edad, tras un reinado de casi 13 años.

El episodio habría tenido lugar en un banquete en honor del almirante Nearco en el que participaron sus hombres de más estrecha confianza. Durante la sobremesa, Alejandro tuvo que abandonar la sala preso de un agudo dolor. Aquella noche comenzó su fiebre sin que los médicos pudieran determinar claramente los síntomas de su dolencia. Unos días más tarde, empezó a sentirse mejor. Se dio un baño, comió con apetito y recibió la visita de sus amigos. Se habló entonces de los últimos preparativos para una próxima expedición a Arabia, fijándose incluso una fecha concreta. Pero esta mejoría fue breve y la fiebre le subió con más virulencia que antes. Cuando Alejandro intentaba cumplir con sus tareas de gobierno había que sostenerlo en pie y su estado empeoraba visiblemente, ante la preocupación de su entorno inmediato. A la mañana siguiente sus condiciones de salud sufrieron una crisis dramática. Casi no podía moverse e incluso hablar le causaba una gran fatiga. No tardó mucho en trascender entre sus tropas la noticia de la grave enfermedad del rey. Cuando se difundió que podría estar muerto, sus soldados se abrieron paso a empujones hasta llegar a su rey. Y, en efecto, lo encontraron totalmente desfallecido sobre su lecho. La noche del diez de junio del año 323 moría Alejandro a los 32 años de edad, tras un reinado de casi 13 años.

El hecho de que entre el comienzo de las fiebres y la muerte hubieran pasado unos doce días, habla en contra de la teoría del veneno: hoy, los historiadores médicos apuestan por una fiebre tifoidea o, más probablemente, una meningitis.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

David Hernández de la Fuente es investigador del Dpto. de Historia Antigua de la UNED. Es Doctor en Filología Clásica y en Historia Social de la Antigüedad. Se especializa en Historia Cultural de la Antigüedad y sus líneas de investigación son: Religión y Mitología Griega (esp. Oráculos, Dionisismo y Pitagorismo), Sociedad y Literatura en la Antigüedad Tardía (Nono de Panópolis, poesía y sociedad protobizantinas), Tradición Clásica e Historia del Platonismo (Leyes y Neoplatonismo).