Análisis de las biorrefinerías de microalgas para (bio) combustibles desde un enfoque ético de la innovación

La actual carrera por encontrar nuevas fuentes de energía alternativas a los combustibles fósiles llevó a que en 2012 las Naciones Unidas lo proclamase Año Internacional de la Energía Sostenible para Todos reivindicando una necesaria y urgente transición desde las energías no renovables y contaminantes a la energía limpia y sostenible.

Paralelamente en estos últimos años, la tecnología de cultivo de microalgas ha permitido que se considere la opción de sus biorrefinerías como una solución renovable a este problema. Sin embargo, como voy a exponer en este artículo, desde un enfoque filosófico de la innovación, este tipo de industria no satisface las necesidades de la sociedad actual preocupada por la degradación socioambiental. Las emisiones de CO2 a la atmósfera son la principal causa del Cambio Climático y, por tanto, la supuesta sostenibilidad que se le suele atribuir a los biocombustibles generalmente debe ser reconsiderada.

Desde hace tres décadas, nuevas corrientes de la investigación en filosofía y sociología de la ciencia han llevado a plantear la necesidad de una regulación democrática del cambio científico-tecnológico, en lo que atañe, entre otros asuntos, a sus consecuencias sociales y ambientales.

Si aplicamos los postulados de esta corriente filosófica a la tecnología de las microalgas, veremos que, en el caso de su aplicación para generar combustibles no está en esa línea. Esto no significa que las refinerías de microalgas no tengan un papel esencial como tecnología de futuroa ya que, como es sabido, tienen mucho potencial en campos tan aplicados como la farmacéutica, cosmecéutica, nutrición animal, nutrición humana o agricultura; y también, se proponen como sumideros de carbono azul por ser un sistema natural de absorción de CO2 a través de la fotosíntesis, retirando del medio este gas y fijarlo en forma de carbono orgánico. Pero, para que este sistema de sumidero sea efectivo, no puede retornar a la atmósfera ni a los océanos en forma de combustible consumido, ya que, en tal caso, sería un proceso cíclico indeseado.

Por otra parte, desde el punto de vista teórico, ningún biocombustible está en equilibrio, ya que para que eso sea así no debe cumplirse el segundo principio de la termodinámica, que como sabemos es una ley de la física fundamental.

Las microalgas y otros protistas como fuente de biocombustibles. Sus ventajas.

Las microalgas fotosintéticas y otros protistas heterotróficos mal llamados microalgas, como Schizochytrium sp, destacan por su gran capacidad para metabolizar lípidos a partir de la luz solar, en el caso de fotosintéticos; o de azúcares de bajo valor, en el caso de los heterotróficos.

Las microalgas, son planteadas como una alternativa de futuro para sustituir los actuales cultivos oleaginosos agrarios con destino a la fabricación de biocombustibles como la colza, ya que no requieren de ocupación de tierra de cultivo, no compiten con uso alimentario humano directo y no requieren del consumo de agua para su producción. Son sistemas de alta productividad si se comparan con las alternativas terrestres y, en el caso de los organismos unicelulares heterotróficos, pueden llegar a producir 50 veces mas aceite por superficie que la palma, la oleaginosa terrestre más productiva.

Alternativamente al uso de las microalgas para obtener el aceite del que se fabricará el biodiesel, la biomasa resultante se puede utilizar para la obtención de aminoácidos, biogás y fertilizantes.

Este planteamiento de eficiencia productiva frente a otras fuentes de producción de (bio) combustibles es el que hace plantearse como alternativa a este tipo de refinerías, pero el hecho de ser mejor que las alternativas terrestres no les confiere por si misma la calificación de sostenibles.

El planteamiento filosófico de la innovación.

Desde el punto de vista de la sostenibilidad si comparamos microalgas fotosintéticas con protistas heterótrofos, las verdaderamente sostenibles son las primeras ya que son las únicas capaces de transformar la luz solar en energía química. Los organismos unicelulares heterotróficos, sin embargo, al requerir azúcares como sustrato para la transformación son un transformador secundario, por lo que deben ser considerados conceptualmente como menos sostenibles.

La compleja interrelación entre Ciencia, Tecnología y Sociedad, permite plantear en este caso las implicaciones éticas que subyacen en el uso de las biorrefinerías de microalgas para la producción de combustibles, pues estas no evitan que se produzcan emisores de CO2, en un momento, en el que el cambio climático se plantea como la principal preocupación ciudadana a escala global.

El World Research Institute va más allá e indica que, los biocombustibles emiten un poco más de CO2 a la atmósfera que los combustibles fósiles por la misma cantidad de energía generada.

Por su parte, organismos como la UNESCO plantea, a través de su iniciativa sobre el Cambio Climático, la importancia de afrontar este problema medioambiental como el mayor reto de nuestra época, con implicaciones éticas para las generaciones actuales y futuras.

¿Qué quiere esto decir? Que cualquier innovación tecnológica debe contribuir de alguna manera a reducir las emisiones, no a mantenerlas o aumentarlas.

Ya para finalizar, éticamente se debería abordar también qué tan necesario es utilizar este tipo de tecnologías para producir un (bio) combustible que, por otro lado, es más caro de producir que los actuales, dejando pasar la oportunidad de utilizar toda esa biomasa potencialmente generable para, por una parte, reducir la cantidad de CO2 de los océanos; y por otra, producir metabolitos primarios y secundarios capaces de contribuir a la lucha contra el cáncer, mejorar la vida de las personas a través de una nutrición más saludable, o sistemas agrícolas y ganaderos más eficientes.

Cualquier medida que implique sustentar el desarrollo económico en combustibles será, por tanto, una solución cortoplacista al problema de la humanidad. Siguiendo con el planteamiento holístico de la problemática, la Resolución 65/151 de la Asamblea General de la ONU pone de relieve “la necesidad de mejorar el acceso a recursos y servicios energéticos para el Desarrollo Sostenible que sean fiables, de coste razonable, económicamente viables, socialmente aceptables y ecológicamente racionales”.

Hagámonos de nuevo la pregunta ¿Necesitamos desarrollar una nueva tecnología de (bio) combustibles con base en las microalgas? Sinceramente, creo que no.